Sucedió hace como dos horas.
Mientras disfrutaba de la vista del muelle, escuché los gritos de un niño que venía haciendo un escándalo porque quería helado. Pasó frente a mi, y el volumen era tal, que por un momento me aturdió. Pero la cosa estaba a punto de ponerse más ruidosa. Porque el escuincle, en pleno uso de su berrinche, decidió que sería muy buena idea arrojar una piedra a una gaviota que también disfrutaba la vista y su único crimen había sido estar cerca del mocoso en cuestión.
Cualquiera que haya vivido en cuidad con gaviotas, se imagina lo que pasó después. Si no, pues les cuento: Acto seguido y en cuestión de segundos, muchas gaviotas se fueron encima del niño a picotearlo. Entre los graznidos de las gaviotas y los gritos del niño, se hizo un escándalo que paralizó el café en su totalidad. Al final, el niño tomó la primer decisión sensata de su vida, y corrió. A lo lejos se escuchaba aún el escándalo. El niño llorando a gritos y las gaviotas en plena persecución. A mi me empezó a doler el estómago de la risa.
Pero el mejor momento aún estaba por llegar. Alrededor de unos diez minutos después, el niño caminaba de regreso, ya callado y sin llorar, pero con ojos rojos e hinchados y... cubierto en caca de gaviota, con el pelo todo tieso y blanco.
Son esos pequeños momentos cómicos en la vida, que hacen que valga la pena vivirla.
Mientras disfrutaba de la vista del muelle, escuché los gritos de un niño que venía haciendo un escándalo porque quería helado. Pasó frente a mi, y el volumen era tal, que por un momento me aturdió. Pero la cosa estaba a punto de ponerse más ruidosa. Porque el escuincle, en pleno uso de su berrinche, decidió que sería muy buena idea arrojar una piedra a una gaviota que también disfrutaba la vista y su único crimen había sido estar cerca del mocoso en cuestión.
Cualquiera que haya vivido en cuidad con gaviotas, se imagina lo que pasó después. Si no, pues les cuento: Acto seguido y en cuestión de segundos, muchas gaviotas se fueron encima del niño a picotearlo. Entre los graznidos de las gaviotas y los gritos del niño, se hizo un escándalo que paralizó el café en su totalidad. Al final, el niño tomó la primer decisión sensata de su vida, y corrió. A lo lejos se escuchaba aún el escándalo. El niño llorando a gritos y las gaviotas en plena persecución. A mi me empezó a doler el estómago de la risa.
Pero el mejor momento aún estaba por llegar. Alrededor de unos diez minutos después, el niño caminaba de regreso, ya callado y sin llorar, pero con ojos rojos e hinchados y... cubierto en caca de gaviota, con el pelo todo tieso y blanco.
Son esos pequeños momentos cómicos en la vida, que hacen que valga la pena vivirla.
Jaajajja
ResponderBorrarSe van a enojar las mamás 😶